“The Enlightenment is working”
— Steven Pinker, Enlightenment Now
I. Introducción: el progreso como camino recto de la razón
La historia del progreso humano no ha sido lineal, pero sí direccional. Desde el siglo XVIII, cada vez que la libertad de pensamiento, aprendizaje y emprendimiento se ha afirmado como principio rector, las sociedades han prosperado. Cuando esas libertades han sido reemplazadas por sistemas cerrados —ideológicos, tribales o totalitarios— el resultado ha sido el estancamiento o el conflicto.
Autores como Steven Pinker (Enlightenment Now, The Better Angels of Our Nature), Joel Mokyr (A Culture of Growth) y Angus Maddison (OECD Historical Database) han demostrado que el verdadero motor del desarrollo es la acumulación libre de conocimiento, no la redistribución compulsiva ni la política de agravios.
Sin embargo, hay sociedades que giran sobre sus errores con una regularidad casi ritual. En lugar de avanzar, repiten sus conflictos en un ciclo cerrado como una cinta de Moebius: una superficie infinita en apariencia, pero que siempre lleva al mismo punto. Argentina ha vivido atrapada en ese ciclo. Y Estados Unidos, en un giro inesperado, parece estar ingresando a su propia cinta ideológica.
II. Moebius: la geometría del estancamiento
La cinta de Moebius es una figura topológica con una sola cara y un solo borde. Simboliza los sistemas que, aunque parezcan moverse, nunca avanzan: circulan. En el plano político, representa los ciclos de polarización donde no hay progreso acumulado, sino repetición disfrazada.
Este es el caso de las ideologías de suma cero. Desde la izquierda marxista —que propone una lucha eterna entre opresores y oprimidos— hasta la derecha hegeliano-nietzscheana —que sustituye el razonamiento por la voluntad de poder y el culto a la identidad— ambas niegan la posibilidad de progreso como aprendizaje.
Ambas corrientes se fundan en conflictos tribales, donde la riqueza no se crea sino que se disputa. Donde el mérito y la iniciativa individual son sospechosos, y el éxito ajeno se explica como injusticia. La dialéctica reemplaza al razonamiento, y la redistribución —política, simbólica o violenta— sustituye al emprendimiento.
III. Argentina: dos siglos girando en Moebius
Argentina ha vivido atrapada en su propio ciclo Moebius desde 1810. Los nombres cambian, los bandos se invierten, pero el mecanismo se repite.
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Unitarios vs. Federales (1810–1853): El conflicto entre modernizadores ilustrados y caudillos territoriales derivó en guerras civiles que estancaron al país durante cuatro décadas. El progreso sólo se consolidó tras la Constitución de 1853 y la organización nacional.
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Peronismo vs. Antiperonismo (1945–1983): Más allá de programas, fue una guerra cultural entre clientelismo populista y republicanismo liberal. Esta división derivó en proscripciones, violencia política, terrorismo y dictaduras, hasta la vuelta democrática.
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Kirchnerismo vs. Antikirchnerismo (2003–2025): Una nueva versión de la misma lucha, donde la razón fue sustituida por relato, la institucionalidad por militancia y la economía por subsidios y captura del Estado.
Este ciclo se caracteriza por sustituir el debate racional por la polarización tribal. Los períodos de progreso coincidieron con rupturas de ese ciclo.
IV. El interludio virtuoso: 1853–1930
La única fase sostenida de progreso argentino ocurrió entre 1853 y 1930, cuando se apostó por la educación, la inmigración, el libre comercio y las instituciones republicanas.
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Según Angus Maddison, el PBI per cápita argentino pasó de USD 1.311 (1990 PPP) en 1870 a USD 3.797 en 1913, superando a Italia y acercándose a Alemania.
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Orlando Ferreres documenta una tasa de crecimiento promedio del 3,5% anual en ese período, acompañada por avances en alfabetización, infraestructura y productividad agrícola e industrial.
La clave fue salir del Moebius: privilegiar el futuro sobre las heridas del pasado, la razón sobre la tribu y la producción sobre la redistribución.
V. Estados Unidos: ¿hacia su propio Moebius?
Estados Unidos fue la excepción moderna: una nación construida sobre principios ilustrados, meritocracia y libertad de expresión. Durante dos siglos, su progreso fue producto del acuerdo fundacional: no importa de dónde vengamos si compartimos el destino.
Pero hoy, ese acuerdo parece fracturarse. Dos fuerzas enfrentadas amenazan con transformar a EE.UU. en una nueva Argentina: el nacionalismo reaccionario de MAGA y el identitarismo punitivo del wokismo.
1. MAGA: nostalgia del pasado que nunca fue
El eslogan Make America Great Again representa un deseo de restaurar una mítica edad de oro, ignorando los avances sociales y culturales que hicieron grande a EE.UU. Su agenda:
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Retoma el aislacionismo económico de los años 30.
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Idealiza un orden social excluyente, blanco, rural y religioso.
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Ataca la prensa, las instituciones y la inmigración, pilares históricos del progreso americano.
MAGA evoca el Sur esclavista antebellum, donde el privilegio era natural y la modernización era vista como amenaza.
2. Wokismo: el agravio como identidad
En el otro extremo, el wokismo propone que la historia estadounidense es una cadena ininterrumpida de opresiones. Frente a eso, plantea:
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Cancelar símbolos, reescribir la historia y eliminar cualquier neutralidad institucional.
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Sustituir la ciudadanía universal por una fragmentación de colectivos con derechos asimétricos.
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Redefinir la justicia como reparación simbólica del pasado, no como igualdad de oportunidades.
Este modelo replica la lógica maoísta de la revolución cultural, donde el disenso se castiga y el futuro se subordina al ajuste de cuentas histórico.
3. ¿Una nueva guerra civil cultural?
Ambos extremos:
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Cancelan el debate racional.
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Sustituyen el mérito por la identidad.
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Niegan un futuro compartido.
Como en Argentina, el conflicto se vuelve ritual, y la democracia, rehén de tribus. Como advirtió Lincoln: "Ninguna nación puede sobrevivir dividida en dos mitades enfrentadas."
4. Reagan: el futuro como único lugar común
Ronald Reagan, en su discurso inaugural de 1981, sintetizó la idea fundante del progreso americano:
“No importa de dónde venimos; lo que importa es hacia dónde vamos. Si acordamos hacia dónde queremos ir, las diferencias se vuelven irrelevantes.”
Esa es la verdadera vacuna contra el Moebius: no el consenso ideológico, sino el acuerdo en un futuro mejor.
Conclusión: romper el Moebius
El dilema de nuestro tiempo no es izquierda o derecha, sino pasado o futuro.
Las sociedades que progresan son las que aprenden, no las que repiten. Las que emprenden, no las que reparten. Argentina muestra el precio de no salir del Moebius. Estados Unidos todavía puede evitar entrar en él.
Pinker, S. (2011). The Better Angels of Our Nature. Viking.
Pinker, S. (2018). Enlightenment Now. Viking.
Ferreres, O. (2010). Dos siglos de economía argentina: 1810–2010. El Ateneo.
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