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Monday, July 27, 2009

Argentina 1930-2009: 70 años de "nacional-progresismo" sin Nación y sin progreso

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Desde 1930 -gracias a la acción combinada de la dictadura fascista de Uriburu y sus intelectuales a sueldo -Leopoldo Lugones, los hermanos Irazusta y su progenie de "reescritores" de la historia- Argentina condenó su pasado "liberal" (1853-1930), condenó a la mayoría de los próceres de Mayo a Caseros a la mutilación (San Martín, Moreno), la oscuridad (Echeverria, Alberdi, Saenz Peña, Pellegrini) , o el insulto (Sarmiento, Paz, Mitre, Roca) proclamandolos traidores a una versión de la "Patria" en la que los caudillos terratenientes eran demócratas y socialistas y los presidentes constitucionales de 1853 a 1930, oligarcas títeres.

Como pasaron aproximadamente 70 años entre 1953 y 1930 -la era denostada- y un poco más de 70 años entre 1930 y 2009 -la era del "nacional-progresismo" revisionista- es bueno comparar los resultados para aclarar las cosas, ya que todos somos tenemos derecho a nuestras propias opiniones, pero no a inventar nuestros propios datos.

Veamos el "boletín de calificaciones" de la "era liberal" (1853-1930) y de la Constitución de 1853 comparada con la "era nacional-progresista" (1930-2004) que la siguió

Comparemos la evolución del PBI por habitante de Argentina comparado con el promedio de Estados Unidos y Europa a valores de dólares del 2003:

Puede notarse que -durante 70 años (3 generaciones)- los ingresos argentinos crecieron a la par (entre 80 y 12 %) o mejor que los del conjunto de países más desarrollados.

Agreguemos que el ingreso creció en forma constante a excepción de la guerra del 14 y la depresión del 30 -período en el cual los europeos eligieron venir a Argentina en varias olas migratorias que agregaron un 30% a la población nacional.

Por el contrario, durante el período "nacional-progresista" inaugurado en 1930, la brecha entre el mundo desarrollado (del que Argentina formó parte por 70 años) y la Argentina revisionista y populista se convirtió en un océano tan grande como el que cruzan los 1,2 millones de argentinos hoy refugiados en el liberalismo del mundo de sus abuelos.

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Aplicando la lupa con más detenimiento a la paridad Argentina-Europa/Estados Unidos, notamos la caída sostenida a la mitad de lo que éramos , con minúsculas recuperaciones en la década del 60 (antes de que los bastones largos del nacionalista Onganía nos liberaran de investigadores apátridas financiados por la Fundación Ford y becas Guggenheim) y en la del 90.

Un sostenido recorrido descendente, marcado por las continuas reformas de la Constitución para -fundamentalmente- eliminar controles entre poderes y asegurar reelecciones de los gobernantes de turno (Perón, Perón y señora, Menem con Duhalde y Kirchner y Menem sin Duhalde y con Kirchner, Kirchner y señora)

Argentina mantuvo la Constitución de 1853 (que no necesitó modificar para reelegir a Roca con un período intermedio), con la que eligió a Alfredo Palacios primer diputado socialista de América, a Juan B Justo, Lisandro de La Torre para crear la legislación laboral y denunciar y enfrentar a los monopolios locales e internacionales, tuvo cancilleres como Saavedra Lamas y Varela (el de "la victoria no da derechos") para enfrentar con éxito a los Estados Unidos de la doctrina Monroe -sin dejar de comerciar con balanza de pagos altamente favorable-, jueces y juristas como Carlos Pellegrini, Luis Saenz Peña y Cortes Supremas aún hoy citadas en sus fallos por los estudiantes de derecho del siglo 21.

Una sola Constitución.

Después de 1930, cada cambio de gobierno generó un conveniente cambio de constitución (por Estatutos Militares -fervorosamente redactados por los Lugones , Irazustas y Grondonas- o por parches reeleccionarios como los de 1949, 1957, 1972, 1994 y 2004) que generó un permanente vacío de otro derecho que el de las bayonetas o la suma del poder público concedida por el voto cautivo.

En ese vacío, los "nacional-progresistas" reescribieron la historia a su favor, coparon las Aduanas para cobrar los derechos de corso y retenciones, repartieron la economía entre monopolios locales estatales y privados y cancelaron gradual pero inexorablemente todas las defensas que la sabia Constitución de 1853 había construído para evitar la repetición de la dictadura rosista.

En pocas palabras, debemos 70 años de declinación económica, social y moral (tres variables inseparables) al abandono de la Constitución de 1853 y la república liberal por un Estado fascista dirigido por corporaciones dedicadas sin trabas al "robo para la corona" de reyezuelos locales.

Es por eso que los argentinos compran dólares, emigran y prefieren "un buen arreglo a un mal juicio".

Es por esto que la Argentina está "inmunizada" contra la inversión nacional y extranjera, que prefiere ir a las liberales y socialdemocráticas repúblicas de Chile, Uruguay y Brasil.

No es difícil salir, no hay que inventar nada. Sólo recordar con claridad qué fuimos y porqué.

Pero eso requiere despertar de la nube de mentiras en las que hemos vivido ya por 70 años.

Tal vez sea hora de escuchar a los jóvenes que construyen restaurantes, hoteles y nuevas empresas alejados de la política y sus mantenidos.

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Referencias

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3 comments:

Octavio Paz said...

Excelentisimo articulo. Explica con datos el disparate de dejarse robar por el "ogro filantrópico" (si se me perdona la auto-cita)
El método kirchnerista es que las personas que no son empleadas directas del Estado y generan las exportaciones y los impuestos no cobren de sus clientes, sino que -como en los mejores casos de explotación de hacendado- entreguen el sobre al señor Moreno para que les devuelva algo para comer.
El resultado está a la vista: caída del primer al tercer mundo con poca esperanza de levantarse.

Horacio Quiroga said...

Qué refutación del nacionalismo de pandereta que nos gobierna!
70 años (un PRI) de miseria tras 70 de progreso.
San Martín fue vidente: pudimos ser lo que fuimos (y hoy son los españoles y chilenos) o ser la nada prostituida que somos de manos del nacional socialismo vernáculo.

Ortega said...

Brillante. Preciso y cierto. Los números no mienten. La Argentina para volver a ser la Argentina tiene que volver a la Constitución de 1853.