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Wednesday, January 11, 2012

Falacias populistas III: la verdadera "criminalización de la protesta social" la efectúan los gobiernos que la transforman en crimen organizado



Diccionario de la lengua española © 2005 Espasa-Calpe:

crimen

  1. m. Delito grave que consiste en matar, herir o hacer daño a una persona:.
  2. Acción o cosa que perjudica a alguien o algo:
    hacer trabajar a un niño es un crimen imperdonable.

El discurso en cadena del populismo bolivariano instalado en la última década en Venezuela y sus satélites acostumbra a invertir la lógica antes de violarla.

Usando el caos social generado por los defaults provocados por el endeudamiento clientelista anterior de sus alas neoliberales, los regímenes populistas coparon el poder en Bolivia, Venezuela y Argentina creando verdaderas armadas de desocupados dedicadas a ocupar el espacio público, controlar las rutas y caminos y amedrentar a los ocasionales enemigos políticos indicados por el poder financiador bajo la protección de una versión grotescamente pervertida del derecho a manifestar.

En los tres "modelos" bolivarianos -el evismo boliviano, el chavismo y el kirchnerismo-, las policías y fuerzas de seguridad son obligadas a permanecer pasivas frente a los robos, ocupaciones de propiedades y vía pública impulsadas desde los gobiernos y financiadas con fondos de supuestos "planes sociales" que convierten a la protesta y el piqueteo en una fuente de ingresos para millones de desocupados estructurales financiados y controlados por el poder ejecutivo.

Tras una década de estas prácticas, la "criminalización de la protesta" que decían rechazar se ha generalizado, al convertir a las manifestaciones en masivas violaciones de los derechos de propiedad, tránsito, expresión opositora y trabajo legal (todos derechos explicitamente reconocidos en las constituciones y la Declaracion Universal de los Derechos del Hombre de las Naciones Unidas), incorporando además el robo, el narcotráfico, la explotación de menores y la prostitución como fuentes adicionales de financiamiento y componentes alentados de las supuestas "protestas sociales".

A los grupos financiados por los gobiernos se agregan bandas de delincuentes comunes -el gremio de mayor crecimiento en las republiquetas degradadas por el populismo- y minúsculos partidos de ultraizquierda -variantes del maoismo y el trotskismo de los setentas- y ultraderecha -reediciones de los grupos de choque como la Alianza Libertadora de los cincuenta y Tacuara- que recaudan también fondos del Estado a través del manejo de "planes sociales" para sus "afiliados".



Una última variante es la aparición de grupos paramilitares que controlan regiones enteras, como el movimiento Tupac Amaru de la piquetera Milagro Sala en Jujuy


Los problemas a los que las protestas originalmente pedían solución -desempleo, pobreza, exclusión social, inseguridad- no solamente no se han resuelto mediante la adopción de métodos criminales como los mencionados sino que se han agravado, extendido y convertido en corrupción estructural de las capas más modestas de la población, sometidas al control económico y social por sus explotadores políticos: los gobiernos populistas.

Al comenzar a derrumbarse los insostenibles modelos económicos populistas debido a la forzada y creciente improductividad de millones de pobres colgados de actividades económicamente destructivas como el corte de rutas, saqueos, ocupación de tierras y vivienda, daños a la propiedad pública y privada y pérdida de jornadas de trabajo, cosechas, producción industrial y primaria, la protesta criminal se ha vuelto contra los mismos gobiernos, al no alcanzar los subsidios para cubrir las necesidades vitales mínimas.

Atrapados en su propia trampa, los criminalizadores de la protesta se ven entonces entre la espada de tener que realizar violentos y brutales ajustes - como los 1.3 millones de despidos en Cuba, y los 600,000 anunciados por los gobiernos locales en Argentina- y la pared de una respuesta violenta en las calles que los obliga a postergarlos brevemente haciéndolos más graves.

La persistente caída de la productividad, la inversión y la ética del trabajo generada por los "modelos" clientelistas del populismo latinoamericano ha convertido la miseria coyuntural de las quiebras económicas de los noventas en miseria sistémica. Tras una década perdida en la consolidación de un piso de 35 % de población en la pobreza estructural, el malestar social se ha convertido en cáncer y se ha vuelto en contra de los gobiernos que lo usaron para llegar al poder y mantenerse en él.

Las sociedades bolivarianas han generado una atmósfera tóxica en la que la violencia social, las disputas entre empobrecidos y el delito menor y mayor como medio de negociación y subsistencia se han vuelto permanentes.

En Venezuela





En Bolivia



En Cuba



En Ecuador



En Argentina



Los países que han sabido evitar el populismo -como Chile, Uruguay y Colombia- o al menos logrado controlarlo -como Brasil- son los únicos que han logrado las metas de reducción de la pobreza y ascenso social que los bolivarianos decían perseguir.

El contraste entre estas sociedades y las bolivarianas se vuelve cada vez más rotundo, como lo prueban la fuga constante de población y divisas a aquellos países donde rige el imperio de la ley y sus garantías en lugar de la ley de la selva.

Como Kant explicaba siglos atrás, el orden moral requiere el orden lógico: si el crimen se justifica y generaliza, pierde sus circunstanciales ventajas. Si todos roban, los ladrones se empobrecen. Si nadie trabaja y genera recursos, éstos escasean, obligando a trabajar mas duro para generarlos.

El uso de la criminalidad como herramienta política no es sólo autodestructivo, sino estúpido.

"Descriminalizar" la protesta requiere, en efecto, hacer que los que la ejercen cumplan y respeten la ley para poder ser protegidos y respetados y detener y penalizar a los criminales.

La criminalización populista de la protesta social ha incrementado sus causas y hará más doloroso y costoso revertirlas desarmando las enormes metástasis de las organizaciones criminales creadas durante una década.

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Referencias

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