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Thursday, February 11, 2010

Argentina en el "tobogán progresista": 900,000 adolescentes no trabajan ni estudian


Hay ya 900,000 adolescentes entre 12 y 19 años que ni trabajan ni van al colegio. Viven en las calles, a la deriva de los vientos del ocio, la desocupación, la violencia gratuita (como todo lo demás), las adicciones y la carrera suicida hacia las filas crecientes del lumpen proletariado precoz.

Se suman a 1,700,000 adultos ociosos que cobran entre 46 y 200 dólares por mes por no trabajar con los "planes" "Jefes de Hogar" -que requiere no trabajar y tener hijos- y "Subsidios por hijo" -que requiere procrear- que todos los días deambulan sin rumbo fijo ni ocupación.
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Los líderes "piqueteros" -nuevo nombre para los macró que reparten las limosnas en el mejor estilo de los Ecuménico López del conservadorismo del siglo 19- reparten las migajas a cambio de corte de calles, acampado en avenidas y básicamente obstrucción de cualquier actividad productiva.
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En su más delirante reducción al absurdo, el "modelo" neofascista que asfixia y degrada a la Argentina desde 1930 incendia los botes salvavidas de la próxima generación, entregándola a la incapacitación laboral y sus consecuencias más aberrantes.
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Un millón de adolescentes yiran sin propósito ni guía en la pesadilla de la Argentina neofacista.


Se suman así 5,000,000 de argentinos improductivos, "parados" desde hace 8 años (2003), cuando el "default" y la megadevaluación de los ingresos hundieron al 52 % de la población en la miseria.
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Ocho años -el tiempo necesario para completar una escolaridad primaria- es suficiente para erosionar y aniquilar los atributos básicos que el trabajo productivo provee: autoestima, autodisciplina, optimismo, sentido de propósito, solidaridad, aspiraciones sociales positivas
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Se crea así una variante bizarra de lo que el economista Thorstein Veblen llamara la "clase ociosa" -refiriéndose en 1899 a los ricos que exhibían sus interminables vacaciones y consumo conspicuo como símbolos de posición social.
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En la Argentina devastada por el clientelismo, la "clase ociosa" lo es a la fuerza, condenada a opciones como la mendicidad a cambio de planes insuficientes, pasar "el trapito" a los parabrisas de los cada vez menos que trabajan,
cartonear

hacer changas y las variantes cada vez más crecientes del delito -que estimamos ocupa a 4 millones de argentinos subocupados en sus diferentes variantes-.

El consumo de drogas aletargantes o euforizantes -del paco al alcohol- se vuelve así una necesidad y un síntoma de la epidemia.
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La sociedad clientelista es -además- abrumadoramente improductiva: de los ocupados formalmente, la mayoría hace trabajos innecesarios, duplicados y triplicados -como puede constatarse en tiendas con 4 vendedores por cliente, empleados públicos amontonados en oficinas desbordadas- o -aún más llamativamente- por un continuo fluir de peatones que caminan su día por las calles colapsadas entre una y otra "oficinas".
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Un país con más del 10% de desempleo comienza a sentir estos síntomas. España tiene el 18 % -y miles de jóvenes ociosos drogándose en las plazas o estrellándose en las "rutas del bacalao". Rusia (15 %) los tiene narcotizados con vodka como el 30 % de la población activa. Venezuela los tiene produciendo robos y homicidios en la tasa más alta de América Latina y con una clásica falta de ética laboral que ha hecho caer la producción petrolera de 3 a 2 millones de barriles a pesar de duplicar la dotacíón de PDVSA. Estados Unidos -acostumbrado al 4 %- se encuentra con la furia de los "tea parties" de quienes no toleran estar ociosos y verse reducidos a la limosna clientelista de los cheques de desempleo.

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Argentina tiene un 26 % de su población en edad de trabajar desocupada o subocupada.
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Y un tercio de sus adolescentes -los adultos de 2020- sin escolaridad.
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Volver a ponerlos a trabajar 8 o 10 horas por día y concurrir a completar 180 días de clase es la única forma de detener la degradación hacia la sociedad bananera que se puede ver con sólo leer las tapas de las revistas o ver la programación del ocio televisivo.
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El clientelismo no es sólo un mal sistema económico, sino uno perverso.
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Referencias

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1 comment:

Discepolin said...

Lo peor del clientelismo no es la corrupción de los que ocupan el poder, sino la de sus víctimas, que se prostituyen y autodestruyen por mendrugos.
Los niños y adolescentes que fuman paco y matan sus neuronas con alcohol barato hoy serán los electores y la fuerza de trabajo en 2020.
Da miedo.