"Quizás la característica más desconcertante de las cleptocracias, ilustrada por los ejemplos del Congo, República Dominicana, Nicaragua o Haití, es su longevidad, a pesar de las políticas desastrosas seguidas por los gobernantes.
Esta longevidad se hace aún más paradójico por el hecho de que tales regímenes aparentemente carecían de una base política (una circunscripción central) que los apoyó.
A pesar de la ausencia de instituciones formales mecanismos para deponer a los gobernantes impopulares, las restricciones sobre el comportamiento de los gobernantes existen incluso en sociedades débilmente institucionalizadas (por ejemplo, la amenaza de revolución, o la competencia de otros hombres fuertes).
¿Por qué, entonces, los productores fuertemente gravados o los pobres, los ciudadanos no reemplazan al cleptócrata?¿Por qué rara vez forman una oposición efectiva restringiendo al cleptócrata?
¿Cómo puede un régimen que aparentemente no beneficia a nadie fuera de las camarillas más estrechas sobreviven?
Nuestra respuesta básica es que esto se debe a que la ausencia de instituciones fuertes permite a los gobernantes adoptar estrategias políticas que son altamente efectivas a desactivar cualquier oposición a su régimen"
El regimen de la familia Kirchner que sucedió a Menem por dos décadas (2003-2023, con un breve "intervalo" de 4 años) agrego una variante sistémica al modelo clásico africano o latinoamericano que describe Acemoglu.
Se trata de organizar el Estado -a nivel municipal, provincial y nacional- como una maquina extractiva de fondos para enriquecimiento personal de familias gobernantes (en el mejor estilo Sopranos) pero además para comprar votos mediante subsidios directos e indirectos que crean "voto cautivo".
La corrupción sistémica se consolida cuando los votantes participan activamente, como lo explica recientemente una "planera":