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Thursday, May 15, 2025

Racismo Woke en Accion : De Haití y Zimbabue a Sudáfrica


En una era en la que el “wokismo” —esa combinación de resentimiento histórico, identitarismo racial y rechazo a los valores liberales clásicos— se presenta como la nueva brújula moral, conviene observar a aquellos países donde esta ideología dejó de ser un discurso universitario para convertirse en política de Estado. Haití, Zimbabue y Sudáfrica nos ofrecen un espejo distorsionado pero nítido del precio que se paga cuando el poder se ejerce con base en la raza y el resentimiento en lugar de la ley, la propiedad y la meritocracia.


Haití vs. República Dominicana: dos mitades, dos destinos

Pocas comparaciones son más elocuentes que la de Haití y la República Dominicana. Ambas comparten la misma isla, clima similar y recursos comparables. Pero mientras República Dominicana ha logrado un crecimiento sostenido del PIB per cápita (superior a 9.000 USD en 2023, según el Banco Mundial), Haití se encuentra estancado en la miseria con menos de 1.300 USD per cápita y un Estado fallido.

La revolución haitiana (1791–1804) fue, sin duda, un hito histórico al abolir la esclavitud. Pero lo que siguió fue una política sistemática de exterminio contra los blancos y mulatos, el rechazo a la propiedad privada y al comercio internacional. Haití, en nombre de la "pureza racial", eliminó su clase productiva y su infraestructura institucional, hundiéndose desde entonces en la autarquía y el autoritarismo.

Fuente: Dubois, L. (2012). Haiti: The Aftershocks of History. Metropolitan Books.

Mientras tanto, la República Dominicana adoptó —con dificultades— instituciones más cercanas al modelo occidental, promoviendo inversiones, propiedad privada y un grado de pluralismo. La diferencia no es geográfica: es institucional y cultural.


Zimbabue: De granero de África a desierto político

Zimbabue fue alguna vez el "granero de África". En los años 80, tras la independencia del dominio británico, el gobierno de Robert Mugabe —erigido en mártir de la justicia racial— emprendió una campaña de confiscación de tierras de granjeros blancos. Más de 4.000 propiedades productivas fueron expropiadas entre 2000 y 2002 bajo el lema de "reparación histórica".

¿El resultado? Una catástrofe humanitaria. La producción agrícola cayó un 70%, la inflación superó el 231.000.000% en 2008 (Hanke & Kwok, 2009) y el país colapsó. El reemplazo de técnicos agrícolas, ingenieros y administradores por "veteranos de guerra" sin experiencia fue presentado como justicia, pero se tradujo en hambre.

Fuente: Hanke, S., & Kwok, A. (2009). On the Measurement of Zimbabwe's Hyperinflation. Cato Journal, 29(2), 353–364.


Sudáfrica: del milagro al desencanto

Sudáfrica fue celebrada como ejemplo de reconciliación al fin del apartheid en 1994. Pero a partir de 2010, el discurso del “Black Economic Empowerment” (BEE) mutó de una política de inclusión a un sistema de cuotas raciales que premia la afiliación étnica sobre la competencia. Empresas deben cumplir con criterios de “transformación” racial, y la administración pública ha sido colonizada por una burocracia ineficiente seleccionada por color antes que por mérito.

El resultado: desempleo juvenil de más del 60% (StatSA, 2023), cortes de electricidad diarios (Eskom colapsa), y un aumento exponencial del crimen. La meritocracia ha sido reemplazada por el clientelismo racial. La corrupción se blinda con retórica anticolonial. El resentimiento racial reemplazó al Estado de Derecho.

Fuente: South African Statistics Agency. (2023). Quarterly Labour Force Survey.


La trampa del “woke” en el poder

El denominador común de estos casos es el reemplazo de la lógica institucional y productiva por una narrativa emocional y racializada. En vez de construir ciudadanía, se crea un sistema de castas invertido: la raza, no la ley, determina el acceso al poder, a la riqueza y a la justicia. Se institucionaliza la venganza, no la reconciliación.

Y, como muestra Zimbabue, no basta con expulsar a los blancos: la tierra no produce por sí sola. Como en Haití, no basta con destruir al “otro”: sin instituciones inclusivas, no hay desarrollo. Como en Sudáfrica, no basta con repartir poder simbólico si no se acompaña con una cultura de responsabilidad, trabajo y excelencia.


Conclusión: la justicia no se mide en tonos de piel

Mientras la ideología “woke” busca aplicar categorías raciales a toda experiencia humana, la historia demuestra que los países que abrazaron el identitarismo como política de Estado —aunque bajo el ropaje de justicia histórica— cosecharon pobreza, violencia y colapso.

No se trata de negar las injusticias del pasado, sino de elegir el mejor camino para superarlas. El liberalismo —con su defensa de la igualdad ante la ley, el mérito y la propiedad— ha probado ser más eficaz que cualquier ingeniería social racialista. La justicia no se logra invirtiendo la opresión, sino eliminándola.


Referencias

  • Dubois, L. (2012). Haiti: The Aftershocks of History. Metropolitan Books.

  • Hanke, S., & Kwok, A. (2009). On the Measurement of Zimbabwe's Hyperinflation. Cato Journal, 29(2), 353–364.

  • World Bank. (2023). GDP per capita (current US$). [https://data.worldbank.org]

  • Statistics South Africa. (2023). Quarterly Labour Force Survey.

  • Mbeki, M. (2009). Architects of Poverty: Why African Capitalism Needs Changing. Picador Africa.

  • Easterly, W. (2006). The White Man’s Burden. Penguin Press.

  • Acemoglu, D., & Robinson, J. (2012). Why Nations Fail. Crown Publishing.


¿El futuro de África y el Caribe debe construirse mirando hacia adelante o revolcándose en agravios? Si el “woke” se impone, los resultados ya están escritos. Basta con leer la historia.

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