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Wednesday, December 3, 2025

Del pedo vienen, al pedo se van

 


Los muchachos (y muchachas y muchachxs) kirchneristas la tienen con el campo. 

Allá por 2009, con la infausta (para ellos) 127, les dedicamos La Nube de Pedo. 

Hoy, 16 años después,nos confirman nuestras sospechas: no han aprendido nada.

Ni siquiera la sabiduría de callar a tiempo, siguiendo el consejo de Mark Twain:

"Es mejor quedarse callado y parecer imbécil que abrir la boca y confirmarlo."

La nube de pedo II: Impuesto al gas, becas militantes y las nuevas “jóvenes promesas”

Hay propuestas que nacen viejas. Y después está el impuesto al gas que quiso dejar como souvenir la legisladora saliente Lucía Klug: una iniciativa tan ligera de ideas y tan cargada de olor a oportunismo que sólo puede compararse con lo que, en Buenos Aires, llamamos, con precisión sociológica, una nube de pedo.

Ni siquiera es un impuesto creativo: es un impuesto al pedo, para financiar militantes que viven de la política y no para la política. Una especie de PAMI de la militancia juvenil, sólo que pagado por el contribuyente y sin prestaciones médicas.
Porque si algo dejó en claro la propuesta, es que el gas lo pone el ciudadano; el curro, el partido.

Un impuesto al pedo para sostener militantes en pedo

Orwell se habría reído: en su distopía, el Ministerio de la Verdad cambiaba la historia; en el conurbano, directamente te cobran por tirarte un pedo. Y eso no sería tan malo… si al menos financiara hospitales, escuelas, infraestructura o algo que no termine en un galpón con banderas, bombos y un par de becarias tuiteando consignas desde un iPhone que paga el Estado.

Pero no: el impuesto es para “becas políticas”.
Traducido al porteño: plata pública para militantes privados.

Y acá aparece la ironía borgeana: Borges, que detestaba del poder su tendencia a la farsa, diría que este impuesto es una metafísica más absurda que Tlön: se basa en entes imaginarios —el mérito de la militancia rentada— que sólo existen porque alguien los financia.

De la nube de pedo a la nube de cargos

A esta tragicomedia se suma el caso de Lucía Lemoine, la libertaria convertida en influencer legislativa, cuyo paso por el Congreso dejó menos contenido que un sobre vacío. No es misoginia decirlo: es estadística.
La política argentina se ha vuelto especialista en promocionar a mujeres jóvenes como si fueran producto de góndola, no por su capacidad legislativa, sino por su utilidad simbólica.

Se las exhibe como estandarte del “nuevo feminismo”, cuando en realidad son instrumentalizadas como objetos políticos: cuerpos que se muestran, no ideas que se escuchan.

No es inclusión: es marketing electoral con glitter.

El mensaje implícito es brutal:

“No hace falta estudiar, trabajar o construir una carrera. Si servís para la foto, te alcanza.”

Ese “feminismo” de utilería es más hipócrita que progresista. Es el patriarcado reciclado con sticker violeta.

El Estado como máquina de humo (y de pedos)

Lo que subyace a todo esto es un problema más profundo: la desinstitucionalización del mérito.
El Estado, en vez de premiar el talento, premia la adhesión.
En vez de formar ciudadanas, forma militontas.

Y en ese ecosistema, claro, todo termina “al pedo”:

  • Al pedo el impuesto.

  • Al pedo la beca.

  • Al pedo el cargo.

  • Al pedo el rol legislativo.

Y todo en pedo de soberbia ideológica.

Orwell advertía sobre los gobiernos que manipulan el lenguaje para justificar lo absurdo: acá ya ni manipulan; directamente te cobran por el absurdo.

Conclusión: menos nubes de pedo, más República

La Argentina no necesita un impuesto al gas. Necesita que quien legisle sepa escribir, leer, debatir, pensar y —si no es mucho pedir— trabajar.

Necesita mujeres con mérito, no con un padrino político.
Ciudadanas, no influencers estatales.
Representantes, no becarias.

La nube de pedo siempre se disipa.

Pero los incorregibles K dejan el proverbial pedo en la boda como despedida.

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