Los muchachos (y muchachas y muchachxs) kirchneristas la tienen con el campo.
Allá por 2009, con la infausta (para ellos) 127, les dedicamos La Nube de Pedo.
Hoy, 16 años después,nos confirman nuestras sospechas: no han aprendido nada.
Ni siquiera la sabiduría de callar a tiempo, siguiendo el consejo de Mark Twain:
"Es mejor quedarse callado y parecer imbécil que abrir la boca y confirmarlo."
La nube de pedo II: Impuesto al gas, becas militantes y las nuevas “jóvenes promesas”
Hay propuestas que nacen viejas. Y después está el impuesto al gas que quiso dejar como souvenir la legisladora saliente Lucía Klug: una iniciativa tan ligera de ideas y tan cargada de olor a oportunismo que sólo puede compararse con lo que, en Buenos Aires, llamamos, con precisión sociológica, una nube de pedo.
Un impuesto al pedo para sostener militantes en pedo
Orwell se habría reído: en su distopía, el Ministerio de la Verdad cambiaba la historia; en el conurbano, directamente te cobran por tirarte un pedo. Y eso no sería tan malo… si al menos financiara hospitales, escuelas, infraestructura o algo que no termine en un galpón con banderas, bombos y un par de becarias tuiteando consignas desde un iPhone que paga el Estado.
Y acá aparece la ironía borgeana: Borges, que detestaba del poder su tendencia a la farsa, diría que este impuesto es una metafísica más absurda que Tlön: se basa en entes imaginarios —el mérito de la militancia rentada— que sólo existen porque alguien los financia.
De la nube de pedo a la nube de cargos
Se las exhibe como estandarte del “nuevo feminismo”, cuando en realidad son instrumentalizadas como objetos políticos: cuerpos que se muestran, no ideas que se escuchan.
No es inclusión: es marketing electoral con glitter.
El mensaje implícito es brutal:
“No hace falta estudiar, trabajar o construir una carrera. Si servís para la foto, te alcanza.”
Ese “feminismo” de utilería es más hipócrita que progresista. Es el patriarcado reciclado con sticker violeta.
El Estado como máquina de humo (y de pedos)
Y en ese ecosistema, claro, todo termina “al pedo”:
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Al pedo el impuesto.
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Al pedo la beca.
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Al pedo el cargo.
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Al pedo el rol legislativo.
Y todo en pedo de soberbia ideológica.
Orwell advertía sobre los gobiernos que manipulan el lenguaje para justificar lo absurdo: acá ya ni manipulan; directamente te cobran por el absurdo.
Conclusión: menos nubes de pedo, más República
La Argentina no necesita un impuesto al gas. Necesita que quien legisle sepa escribir, leer, debatir, pensar y —si no es mucho pedir— trabajar.
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