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Sunday, May 16, 2010

La propiedad es un derecho humano básico que se viola cada 15 minutos en la América Latina "progresista": Causas, consecuencias y alternativas


"Estamos prisioneros, carcelero:
yo de estos torpes barrotes,
tú del miedo"
Horacio Guarany

Tanto la Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas (1948, Articulo 17) como la Constitución de Argentina (Articulo 17 de Declaración de Derechos y Garantias)-y de todos los países del mundo con excepción de las cinco dictaduras marxistas que sobreviven en el mundo (China, Corea del Norte, Mongolia, Vietnam y Cuba) - consagran a la propiedad privada como un derecho humano elemental.
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Este derecho, sin embargo, no sólo es violado en Argentina al ritmo de 1 robo a mano armada por hora, una casa cada 15 minutos y un auto cada 20 (y en aún mayor medida en Venezuela y el resto del arco del crimen que azota a los paises "bolivarianos") sino que es ignorado a la hora de la protección o del reclamo.
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Bajo la desastrosa doctrina de "no reprimir" y "no criminalizar" el crimen contra las propiedad o las personas -fracasada en todo el mundo y espectacularmente demostrada falsa por los espectaculares éxitos en reducir el crimen de Nueva York, Colombia y Singapur al abandonarla- el robo y la violación cotidiana de la propiedad más íntima de las personas -desde unas zapatillas o una campera, una bicicleta o unos pesos en el bolsillo para tomar el colectivo- en la misma puerta de sus casas se han convertido no sólo en un azote sino en el mecanismo precursor del reemplazo de la abolición del derecho a la propiedad.
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Cuando el Estado no sólo no "reprime" sino que tolera y hasta alienta las asociaciones delictivas -como los barrabravas en los clubes de fútbol subsidiados o los grupos piqueteros que pueden cortar calles o autopistas en horas pico con policía para "custodiar" su "derecho a la protesta"- lo que hace en realidad es arrogarse el derecho a sí mismo, determinando a quiénes, cuándo y en qué medida se les reconocerá el derecho a conservar sus pertenencias laboriosamente ganadas con el trabajo honrado y a quienes no.
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Y en este sistema, el "hacerse amigo del juez" -o los grupos que controlan calles, plazas y espacios públicos como propios- convierte de facto al Estado y los grupos paraestatales en los verdaderos dueños de los bienes de los habitantes -convertidos de este modo de ciudadanos de una democracia en súbditos de un sistema feudal con "señores de la guerra" y vasallos que pagan el derecho de pernada todos los días en especies -ya se trate de sus ahorros incautados por corralones y devaluaciones, sus jubilaciones, las reservas monetarias o las zapatillas y camperas que visten por la calle.
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La razón por la que el "progresismo" implantado en el "eje bolivariano" no sólo no denuncia sino que apoya la violación cotidiana a la propiedad -esa que se siente en la pobreza más directamente como violencia brutal y directa- es simple: sirve como precursora para la confiscación general de la propiedad personal y su administración por gobernantes plenipotenciarios y vitalicios (antes llamados "dictadores") y su red de señoríos feudales en arrabales, favelas y calles.
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Lejos han quedado los días en que la izquierda denunciaba la brutalidad del circulo perverso de la violación de la propiedad del pobre contra el pobre con filmes como "Ladrones de bicicletas" de Vittorio De Sica.



Pocos de estos "progresistas de ocasión" que mezclan según les conviene marxismo con fascismo para enfardar propiedad ajena para sus grupos de poder recuerdan que Marx condenaba al lumpen proletariado como la expresión más reaccionaria y el mayor obstáculo a la revolución social y reivindicaba el acceso a la propiedad "burguesa" conquistada contra los señores feudales por las rebeliones desde la Carta Magna (1215) hasta la revolución francesa como el prerrequisito para la construcción del socialismo.
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De poco vale recordar la prédica de Juan B Justo, Palacios, Moreau de Justo y otros socialistas contra el crimen y sus precursores, la desocupación, las adicciones y su potencialmente peligroso resultado: la conducta del que elije como camino más fácil a la posesión de lo que desea servirse por la fuerza -individual o de patota- de lo ajeno.
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Por el contrario -y como explicaramos en otros artículos en este mismo blog- el reconocimiento del derecho de propiedad con títulos formales es -como ha demostrado el economista peruano Hernando De Soto en sus libros "El otro sendero", "El misterio del capital" y ayudando a 500,000 campesinos a obtener títulos de propiedad de sus tierras- un derecho humano elemental y un requisito indispensable para cualquier progreso económico sostenible, ya que la propiedad privada de los frutos y herramientas del trabajo no sólo emancipa sino que construye la dignidad personal.

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Y por si los contundentes pruebas aportadas por los 20 años de De Soto y su fundación en Perú fuesen poco, se agregan los éxitos arrolladores de Nueva York y miles de ciudades que siguiendo su ejemplo redujeron en un 70 % sus niveles de crimen simplemente enfatizando la prohibición y castigo a "falta menores" precursoras del crimen violento como beber en las calles, saltar molinetes de transportes públicos, cortar calles o extraer dinero por intimidación o amenaza de robo en semáforos, estacionamientos o calles oscuras y poco vigiladas.



El clima continuo de violación de la propiedad instaurado en las republiquetas bolivarianas sirve por tanto a la sumisión y amedrentamiento de la población y a la acumulación de poder en las manos de quienes controlan las calles mediante la violencia: gobierno y ladrones tutelados por el mismo-


Bajo esta constante amenaza de violencia destituyente a cada individuo, la entrega de bienes y derechos al gobierno y los criminales es solamente cuestión de tiempo y demostraciones de criminalidad salvaje en el Far West de las calles abandonadas por los "gobiernos populares" a la práctica desembozada y desaforada del crimen protegido por los mismos policías y jueces que deberían perseguirlo y erradicarlo.
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Hablar de democracia en estas condiciones es tan absurdo como confundirla con elecciones en un presidio.
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De Soto y otros muestran que la propiedad privada de los frutos y herramientas del trabajo no sólo es un derecho humano elemental sino además, un derecho humano revolucionario, indispensable motor del progreso y la erradicación no sólo de la violencia sino de su caldo de cultivo: la miseria.
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Si los gobernantes "progresistas" dedicaran el mismo interés a proteger y extender la propiedad privada de sus gobernados que ponen en aumentar la propia quintuplicando sus patrimonios personales y protegiéndolos mediante testaferros y cuentas numeradas en el extranjero, los países que gobiernan serían mucho más prósperos y felices.
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Es el temor a la constante violación de la propiedad el que lleva a los súbditos de los estados protectores del crimen a comerciar en el mercado negro, poner sus ahorros en moneda extranjera de países que la respetan -como el dólar o el Euro- y sus inversiones en los países de la región que ofrecen mejores garantías (o al menos, hacen reales esfuerzos por proteger los derechos de propiedad) .
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Kant demostró que el robo es inmoral no sólo por razones trascendentes, sino porque es estúpido, ya que su generalización -inevitable si se tolera- anula su motivo -la adquisición de propiedad (aunque esta sea por medios ilegales).
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Los gobernantes latinoamericanos ofrecen por cierto, con su autointeresada estupidez, demostraciones cotidianas por el absurdo de que Kant estaba en lo cierto.
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Referencias
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2 comments:

Baldomero Fernandez Moreno said...

Brutal la cita de "Ladrones de bicicletas". Resume la diferencia entre progresismo decente y prostibulario que nos aqueja.
Hubo una época en que los progresistas eran decentes y combatían la vagancia.

Ayn Rand said...

Las teorías "progresistas" se basan en un solo principio: negar la realidad en lugar de cambiarla.
En lugar de resolver el problema, hay que simplemente rechazar su existencia.
Y entonces pasamos a soñar en technicolor: algunos ejemplos:

(1) el crimen es fruto de la represión, así que eliminando la represión debería desaparecer el crimen. Y por lo tanto, legalicemos la droga, el corte de calles y van a desaparecer...

(2) La inflación es consecuencia de los precios, así que eliminando los precios eliminamos la inflación. Ponemos precios controlados o -aún mejor- controlamos la estadística para impedir que "suban" y... voilá!, problema evaporado.

El único punto que no han logrado resolver es que los problemas tienden a volver y explotar como en Grecia, España, Cuba (por mencionar "ajustes de izquierda") y proximamente Venezuela y Argentina...