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Tuesday, October 30, 2018

Lecturas Recomendadas 68: El Opio de los Intelectuales de Raymond Aron


Olvidado por quienes siguen los "best seller" de politica del mes y convenientemente ignorado por aquellos que le temian -los marxistas y los relativistas posmodernos- los libros de Raymond Aron han quedado "fuera de imprenta" desde los setentas.

Hare pues justicia a quien homenajeo usando su nombre, poniendo a disposicion de los lectores curiosos El Opio de los Intelectuales en version pdf que pueden descargar o acceder aqui.

En este clasico fundamental, Aron expuso una sintesis de su critica mas contundente a los extremismos de derecha e izquierda, a los que habia debatido y refutado durante medio siflo como profesor de la Sorbona, intelectual brillante de Francia, filosofo y rival de Sartre y Foucalt, entre otros, y, por sobre todo, agudisimo y visionario analista politico capaz de anticipar -en 1955- la caida del comunismo sovietico, el fracaso de la izquierda de mayo del 68 y su metamorfosis en aliada de distintas formas de populismo nacionalista y neofascismo relativista que hoy contaminan las universidades como Aron predijo 7 decadas antes.

Aqui tenemos una sintesis de sus ideas en un sumario ajustado




Pero nada como citar al hombre mismo definiendo su posicion al inicio de El Opio de los Intelectuales -como llamo al Marxismo al que consideraba una religion laica, intoxicante como la que Marx denunciara un siglo antes-:


“En el curso de los últimos años tuve oportunidad de escribir varios artículos que se referían no tanto a los comunistas como a los “comúnizantes”, que no adhieren al partido, pero cuyas simpatías se orientan hacia el universo soviético.

Decidí reunir esos artículos y comencé a preparar una introducción. La recopilación apareció con el título de Polémicas \ la introducción se convirtió en este libro. A l tratar de explicar la actitud de los intelectuales t despiadados para con las debilidades de las democracias, indulgentes para con los mayores crímenes, a condición de que se los cometa en nombre de doctrinas correctas, me encontré ante todo con las palabras sagradas: izquierda, Revolución, proletariado
.
La crítica de estos mitos me lleco a reflexionar sobre el culto de la Historia y, luego, a interrogarme acerca de una categoría social a la que los sociólogos no han acordado aún la atención que merece: la intelligentsia.

Así es como este libro trata, a la vez del estado actual de las ideologías llamadas de izquierda y de la situación de la intelligentsia, en Francia en el mundo.

Intenta responder a algunas preguntas que otros muchos han debido plantearse:

·         ¿Por qué se halla nuevamente de moda el marxismo en una Francia cuya evolución económica ha desmentido las predicciones marxistas? ¿Por qué las ideologías del proletariado y del partido tienen tanto mayor éxito cuanto menos numerosa es la clase obrera?
·         ¿Qué circunstancias determinan en los distintos países, las maneras de hablar, de pensar y de actuar de los intelectuales?

A principios de 1955, las controversias acerca de la derecha y la izquierda, la derecha tradicional y la nueva izquierda, volvieron a ponerse de moda.

Aquí y allá se preguntan si se me debe situar en la antigua o en la moderna derecha.

Rechazo tales categorías.

En la Asamblea, los frentes se delimitan de diferente manera según los problemas en discusión. En algunos casos, cabe distinguir, en rigor, una derecha y una izquierda: los partidarios del acuerdo con los nacionalismos, tunecino o marroquí, representan, si se quiere, la izquierda, mientras que los partidarios de la represión o del statu quo representan la derecha.

Pero, los defensores de la soberanía nacional absoluta, ¿son izquierdistas?; los partidarios de Europa, que admiten organizaciones supranacionales, ¿son derechistas?

Con igual razón podrían invertírselos términos„ “El espíritu de Múnich para con la Unión Soviética se encuentra entre los socialistas, nostálgicos de la fraternidad marxista y entre los nacionalistas, obsesos por el “peligro alemán", o inconsolables por la grandeza perdida.

La reunión de de gaullistas y socialistas se opera en tomo a un slogan: la independencia nacional

 ¿Deriva este slogan del nacionalismo integral de Maurrás o del patriotismo jacobino?

La modernización de Francia, la expansión de la economía, son tareas que se imponen a la nación entera. Las reformas a cumplir tropiezan con obstáculos, opuestos no sólo por los trusts o por los electores moderados.

No todos los que se aferran a formas de vida o modos de producción anacrónicos son “grandes” y, con frecuencia, votan por la izquierda. Los métodos a emplear tampoco dependen de un bloque o de una ideología.

En lo que a mí me toca, keynesiano con alguna inclinación al liberalismo, favorable a un acuerdo con los nacionalismos tunecino y marroquí, convencido de que la solidez de la alianza atlántica es la mejor garantía de la paz, unas veces se me clasificará en la izquierda y otras en la derecha, según se trate de la política económica, del África del Norte o de las relaciones Este-Oeste.

Sólo el abandono de estos conceptos equívocos aportará alguna claridad a la confusión de las querellas francesas.

Observando la realidad, asignándose objetivos, se comprobará el absurdo de estas amalgamas político-ideológicas con que juegan los revolucionarios de gran corazón y cabeza ligera y los periodistas impacientes por el éxito.

Más allá de las controversias de circunstancias, más allá de las coaliciones cambiantes, se disciernen tal vez familias espirituales. Cada cual tiene conciencia de sus afinidades electivas, cualesquiera sean...


Pero, al concluir este libro consagrado a la familia de que soy originario, me inclino por la ruptura de todos los lazos, no por compláceme en la soledad, sino para elegir mis compañeros entre aquellos que saben combatir sin odios y que se niegan a ver en las luchas del Foro el secreto del destino humano."

No solo Aron se adelantaba -en 1955, recuerdo nuevamente, cuando Stalin reinaba en la URSS y Francia debatia si continuar en Argelia -a lo que Aron se oponia en disidencia con la "izquierda" y el gaullismo y en compania de su amigo Camus-  y Vietnam, el futuro de los debates intelectuales del resto del siglo XX y comienzos del XXI:

"No suscribiremos ni una ni otra visión. Las inevitables transformaciones de la técnica o de las estructuras económicas, la expansión del Estado, no implican liberación ni servidumbre.


Pero toda liberación lleva en sí el peligro de una nueva forma de servidumbre.


El mito de la izquierda crea la ilusión de que el movimiento histórico, orientado hacia un fin feliz, acumula las adquisiciones de cada generación. Las libertades reales, gracias al socialismo, se agregarían a las libertades formales, forjadas por la burguesía. La historia, en verdad, es dialéctica. No en el sentido estricto que los comunistas dan hoy a esta palabra. 

Los regímenes no son contradictorios, no se pasa necesariamente de uno a otro por la ruptura y la violencia.

 Pero, en el interior de cada uno, otras son las amenazas suspendidas sobre los hombres y, por ello, instituciones iguales cambian de significado. Contra una plutocracia, se invoca el sufragio universal o el Estado; contra una tecnocracia invasora, se trata de salvaguardar las autonomías locales o profesionales. Es un régimen dado, es cuestión de llegar a un compromiso razonable entre exigencias incompatibles en el límite. Admitamos, como hipótesis, el esfuerzo hacia la igualdad de los ingresos.

En el sistema capitalista, el fisco constituye uno de los instrumentos para reducir la diferencia entre ricos y pobres. Este instrumento no está desprovisto de eficacia, a condición de que el impuesto directo se reparta y perciba equitativamente y que el ingreso nacional por cabeza de la población sea suficientemente elevado.

Pero, a partir de un cierto punto, variable en cada país, la quita fiscal motiva disimulación y fraude, agota el ahorro espontáneo.

Hay que aceptar una cierta medida de desigualdad, inseparable del principio mismo de la concurrencia*  

Debe admitirse que el impuesto sobre las sucesiones acelere la dispersión de las grandes fortunas, pero que no las destruya radicalmente.

No hay progreso indefinido en la dirección de la igualdad de ingresos.

Decepcionado por la resistencia de la realidad, ¿deseará el hombre de izquierda una economía enteramente planificada?

Pero, en una sociedad tal, surgiría otra suerte de desigualdad.

En teoría, los planificadores serían capaces de reducir la desigualdad de los ingresos en toda la medida que les pareciera conveniente: ¿qué medida habría de parecerles conforme al interés colectivo, a su propio interés?

Ni la experiencia ni la verosimilitud psicológica sugieren una respuesta favorable a la causa igualitaria.

Los planificadores desplegarán el abanico de los salarios para incitar a cada cual al esfuerzo: no podría tomárseles esto a mal.

 La izquierda reclama la igualdad mientras está en la oposición y los capitalistas se encargan de la producción de las riquezas.

Cuando llega el poder, debe conciliar, también ella, la necesidad de una producción máxima con la preocupación por la igualdad.

En cuanto a los planificadores, probablemente no han de estimar en menos que sus antecesores capitalistas el preciso de sus servicios.

A no mediar un aumento masivo en los recursos colectivos, que se sitúe más allá del horizonte histórico, cada tipo de régimen tolera sólo una cierta dosis de igualdad económica.

Puede suprimirse un tipo de desigualdad, ligado a un cierto modo de funcionamiento de la economía, pero automáticamente se reconstruye otro.  

El límite en la igualación de ingresos está marcado por la inercia dé la materia social, el egoísmo humano, y también por exigencias colectivas y morales, no menos legítimas que la protesta contra la desigualdad.  

Recompensar a los más activos, a los mejor dotados, es igualmente justo y probablemente necesario para el acrecentamiento de la producción
Una igualdad absoluta, en un país tal como Inglaterra, no aseguraría, que mantiene y enriquece la cultura, las condiciones de una existencia creadora

Los debates de Aron contra el relativismo moral y filosofico del postmodernismo han quedado grabados y muestran su invariable apego al razonamiento independiente y critico de las exaltaciones del momento.

Fue solo Aron quien en 1968, contra toda la corriente progresista que celebraba las protestas estudiantiles de mayo en la Sorbona como si fuesen una verdadera revolucion, denuncio su instrinseca superficialidad y espiritu burgues. 


Los obreros franceses -que querian televisores y aires acondicionados como sus pares sovieticos, no frases descolgadas de Baudelaire- votaron en masa por el delfin de De Gaulle -Pompidou-, cuyo nombre esta hoy inmortalizado en el Centro de Arte Moderno que lego y visitan con igual entusiasmo izquierdistas y derechistas.

Lo que Aron vio -y en este Blog buscamos- es un profundo rechazo al dogmatismo del pensamiento "politicamente correcto" -que no es sino una herencia del dogma del Partido Comunista (cuyas siglas usa)- y de los conceptos de "izquierda" y "derecha" derivados de donde sentaban sus traseros los que se guillotinarian reciprocamente en la mal llamada Revolucion Francesa que culminaria coronando un Emperador nacionalista.

Poco habia cambiado cuando Aron lo advirtio. Sigue siendo realidad todo este tiempo despues.

En sus ultimos anios, Aron debatio y cuestiono la falta de rigor y sesgo irracionalista de Foucault y los posmodernos que llevarian a gestar los hibridos incestuosos del psicobolchevismo -que horrorizaria a Marx y a Freud- y del irracionalismo -que celebra un nuevo pacto entre el populismo de derecha y de izquierda en America Latina-.



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