A medio siglo de junio de 1969, el recuerdo del Cordobazo, como se conocio la primer rebelion masiva en las calles contra la dictadura militar nacionalista y conservadora de Ongania (1966-1970) no deja de evocar las diferencias entre los dirigentes y manifestantes de aquel entonces y los de ahora en Argentina.
Aquellos obreros y estudiantes y sus dirigentes no vivian de subsidios del gobierno, no trabajaban de punteros del voto cautivo clientelista ni vivian dobles vidas con pisos en Puerto Madero, empresas y cuentas en el exterior.
Aquellos manifestantes no iban encapuchados ni produjeron un solo saqueo. No llegaban en micros de los sindicatos ni ministerios. No hablaban en palcos armados para bandas de rock (despues de las bandas de rock) ni se entretenian vendiendo banderines y choripanes como en las canchas de futbol.
Los obreros de Raimundo Tosco llegaban en motonetas y las fabricaban, no las usaban para trabajar de motochorros ni lo hubiesen consentido.
Su sacrificio volteo a la dictadura, pero no a los dirigentes corruptos de derecha (las CGT peronistas) ni izquierda (los grupos armados) que los destruyeron a balazos y carceles durante las tres decadas siguientes.
Esa "historia negra" no se puede contar ni hablar pero todos los cordobeses y argentinos de cierta edad la conocen y la callan.
Por ahora.
El mejor homenaje al cordobazo es el silencio y la verguenza. De alli, con la ayuda de verdaderos historiadores que busquen entre las utilerias abandonadas de los "relatos" politicamente convenientes y correctos, surgira la verdad, como lo contaba Wadja en la Polonia comunista del Hombre de Marmol -otro martir bastardeado y olvidado-.
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