En la obra "La aristocracia del talento: cómo la meritocracia creó el mundo moderno," Adrian Wooldridge nos presenta una detallada exploración de cómo la meritocracia, basada en el mérito educativo, el conocimiento científico, la racionalidad y la libre discusión de ideas fundamentadas en datos reales, ha configurado nuestra sociedad contemporánea. Sin embargo, este sistema se enfrenta hoy a la amenaza del extremismo populista tanto de izquierda como de derecha, que comparte un rechazo común hacia estos principios meritocráticos.
Michel Foucault, una figura central de la
extrema izquierda, critica la meritocracia argumentando que las estructuras de
poder están inherentemente vinculadas con la producción de conocimiento.
Foucault sostiene que las instituciones educativas y científicas no son
meramente neutrales sino que perpetúan desigualdades al validar y reforzar
ciertas formas de conocimiento y excluir otras. Este enfoque relativista socava
la idea de un conocimiento objetivo y universal, promoviendo en cambio un
escepticismo radical hacia cualquier tipo de autoridad intelectual. Para
Foucault, las jerarquías meritocráticas no son más que mecanismos de control
social disfrazados de justicia y racionalidad.
Por otro lado, Ernesto Laclau, un teórico de la
extrema derecha, aborda la meritocracia desde una perspectiva populista. Laclau
argumenta que la meritocracia crea una élite desconectada y moralista que
desprecia a las masas, fomentando una división entre los "ganadores"
meritocráticos y los "perdedores" de la sociedad. Según Laclau, esta
élite meritocrática utiliza su posición para imponer una visión tecnocrática y
deshumanizada del progreso, ignorando las necesidades y sentimientos de la
mayoría. Laclau rechaza la idea de que el conocimiento científico y la
racionalidad sean las únicas bases para la toma de decisiones, abogando por un
retorno a la política basada en la identificación emocional y la movilización
de las pasiones populares.
Ambos extremos, aunque ideológicamente
opuestos, convergen en su resistencia a un sistema que valora la capacidad
intelectual y el debate informado sobre la adhesión a dogmas ideológicos o
emociones polarizantes. Este rechazo pone en peligro los cimientos de una
sociedad que busca prosperar a través de la igualdad de oportunidades y el
progreso basado en la evidencia. La crítica de Foucault erosiona la confianza
en las instituciones que fomentan el conocimiento objetivo, mientras que la de
Laclau socava la racionalidad y el mérito como principios rectores de la
organización social, promoviendo en su lugar la primacía de las emociones y los
intereses grupales.
En "La aristocracia del talento: cómo la
meritocracia creó el mundo moderno," Adrian Wooldridge expone cómo la
meritocracia ha moldeado la sociedad contemporánea, desde la educación hasta la
política y la economía. Aquí, se destacan los conceptos centrales de su obra.
Introducción: La Revolución Meritocrática
La meritocracia, término acuñado por el
sociólogo británico Michael Young en 1958, ha emergido como una ideología
dominante a nivel global. Se basa en cuatro principios fundamentales:
1.
Ascenso
por Talento: La gente puede progresar en la vida gracias a sus talentos
naturales.
2. Igualdad de Oportunidades: Se busca
garantizar que todos tengan acceso a la educación.
3. No Discriminación: Se prohíbe la
discriminación por raza, sexo y otras características irrelevantes.
4. Competencia Abierta: Los empleos se
otorgan mediante competencia abierta, evitando el clientelismo y el nepotismo.
Expansión Global de la Meritocracia
La meritocracia no se limita a las democracias
liberales occidentales. Países como China y Singapur han adoptado principios
meritocráticos en sus sistemas políticos y administrativos. En China, el
presidente Xi Jinping ha promovido la selección de funcionarios basada en el
mérito, y en Singapur, los altos funcionarios reciben salarios y bonificaciones
por desempeño, subrayando su compromiso con la eficiencia y el talento.
Crítica y Defensa de la Meritocracia
A pesar de sus beneficios, la meritocracia
enfrenta críticas significativas. Movimientos como Black Lives Matter y
teóricos de la crítica racial argumentan que la meritocracia perpetúa
desigualdades estructurales y raciales. Según estos críticos, las pruebas
estandarizadas y otros métodos de evaluación están sesgados cultural y
racialmente, lo que excluye a las minorías de las oportunidades reales.
Por otro lado, los defensores de la
meritocracia argumentan que, aunque imperfecta, ofrece un sistema más justo y
eficiente que las alternativas. La clave está en mejorar la implementación de
los principios meritocráticos para abordar sus fallas, en lugar de descartarlos
por completo.
Wooldridge destaca tres aspectos esenciales de
la historia de la meritocracia:
1.
Revolucionaria:
La meritocracia ha desafiado y reemplazado sistemas basados en el nepotismo y
la herencia, promoviendo la movilidad social.
2. Proteica: La definición de
"talento" ha evolucionado con el tiempo, reflejando cambios en
valores y necesidades sociales.
3. Capacidad de Autocorrección: La
meritocracia puede adaptarse y reformarse para abordar sus propias
deficiencias, asegurando su relevancia continua.
Conclusión: El Futuro de la Meritocracia
El libro concluye con un análisis de los desafíos actuales y futuros para la meritocracia. Wooldridge argumenta que, para revitalizar la meritocracia y evitar su degeneración en plutocracia, es crucial encontrar un equilibrio entre igualdad de oportunidades y resultados justos. Además, advierte sobre el peligro de abandonar la meritocracia en favor de sistemas que pueden reforzar divisiones sociales y políticas.
En este debate en Oxford Union, Daniel Markovitz analiza el riesgo de que la meritocracia se debilite a si misma si no se expande la inversión en educación a la mayoría de las instituciones educativas.
Wooldridge, A. (2021). La aristocracia del
talento: cómo la meritocracia hizo el mundo moderno. [Versión Kindle
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