"Escribió Jorge Lanata (La Vanguardia, 22/5/2013):
Recordar hoy la última dictadura militar como un plato volador que aterrizó para sojuzgar a millones de argentinos honrados y pluralistas es mentira. Videla fue un asesino, pero un asesino emergente de su época, su cultura y su país. (…) El Partido Militar contó con el apoyo de toda la clase política local: según las épocas, ya los radicales, los comunistas, los socialistas, como los mismos peronistas, llamaron con pasión a la puerta de los cuarteles. Hasta la propia guerrilla lo hizo, en la convicción de que una dictadura sangrienta haría que el pueblo apoyara los "ejércitos populares".
Mientras los Kirchner remataban departamentos en Santa Cruz, el Partido Comunista local sufría una división interna: estaban los que creían que “matando a diez mil” esto se arreglaba, y estaban los que creían que “eran necesarios cien mil al menos”. El apoyo de Moscú a la dictadura fue general: las diferencias estaban entre apoyar a Videla o a Massera y Viola.
No era extraño que la sociedad estuviese madura para el golpe de Estado. El gobierno de Isabel Perón era un tinglado valleinclanesco desquiciado por la crisis económica, el latrocinio rampante y el enfrentamiento sanguinario entre el demonio guerrillero y el demonio de la Triple A.
Según el balance que aparece en el libro Los hombres del juicio, de Pepe Eliaschev (Sudamericana, 2011), entre 1969 y 1979 la subversión, decidida a implantar una dictadura de matriz castrista, cometió 1.748 secuestros y 1.501 asesinatos, además de 551 robos de dinero, 589 robos de vehículos, 2.402 robos de armamento y 36 robos de explosivos. A partir de 1973, y según las precisiones de la Cámara Federal, el terrorismo provocó la muerte de 521 uniformados (militares y policías) y 166 civiles, entre los que había 54 empresarios y 24 sindicalistas.
El mismo libro reproduce la opinión de Julio Strassera, que en su condición de fiscal fue una figura clave en la condena de Videla y los restantes miembros de la Junta Militar:
La amenaza, el robo, la extorsión, el secuestro y el asesinato constituyeron el leitmotiv del accionar guerrillero, pero con la particular característica de que si, por la vía de hipótesis, se suprimieran los mensajes y panfletos que acompañaron sus operativos, resultaría imposible diferenciarlos de aquellos llevados a cabo por la delincuencia común, en sus expresiones más crueles y despiadadas. Y así comienzan apenas instalado el gobierno constitucional los asesinatos de civiles y militares, indistintamente, los ataques a guarniciones, cuarteles y establecimientos industriales, y los secuestros con fines extorsivos algunas veces, y las más con resultado de muerte.
La ruptura de Perón con sus secuaces Montoneros y otras organizaciones armadas de la misma orientación quedó en evidencia cuando el caudillo decrépito regresó definitivamente a Argentina, el 20 de junio de 1973. Entonces los Montoneros quisieron hacer una demostración de fuerza ante su líder, en el aeropuerto de Ezeiza, pero allí los acribillaron a balazos otros sicarios del mismo líder. Esa matanza y otras muchas que la siguieron llevaron el sello de la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina), cuyo cabecilla era José López Rega, el Brujo, ministro de Bienestar Social que con sus hechicerías tenía subyugado al matrimonio Perón. Esos verdugos de izquierda y derecha fueron los que crearon el ambiente propicio para que la sociedad clamara por la restauración del orden. El remedio fue una mutación corregida y aumentada de la misma enfermedad.
El Partido Comunista, subordinado a Moscú se adhirió, como recuerda Lanata, al golpe presuntamente restaurador del orden. Con una salvedad reveladora: su facción disidente pro china, el Partido Comunista Revolucionario, que había mantenido una relación privilegiada con López Rega y su aparato criminal, se apresuró a denunciar que el golpe contaba con el apoyo de la URSS, al mismo tiempo que, siguiendo las instrucciones de Pekín, buscaba congraciarse con la dictadura de Pinochet. Son las miserias del internacionalismo proletario sujeto a los imperativos de la geopolítica.
Gilbert, corresponsal de la agencia soviética Tass en Argentina durante 30 años, y antiguo cuadro dirigente del PCA, introduce al lector en el mundo subterráneo donde se ocultan los secretos de los trapicheos políticos, los enjuagues diplomáticos, las conspiraciones militares y las actividades clandestinas de los servicios de inteligencia que mueven el mundo. Y reproduce las conversaciones del autor con muchos de los protagonistas argentinos y soviéticos de la historia reciente.
El documento que difundió el PCA un día después del golpe ya daba la pista de lo que iba a ser la línea táctica posterior, que había sido trazada con mucha antelación. En él se daba crédito a las palabras de la Junta Militar que
justifican su acción expresando que tienen el deber de salvar a la Nación. Esa no es su tarea privativa, sino la de todos los argentinos, civiles y militares (…)
Para hacer viable una plataforma de emergencia nacional, se requiere llegar a un Convenio Nacional Democrático, que sirva de fundamento a un gobierno cívico-militar (…) Si la Junta Militar es una transición al tipo de gobierno que el país necesita, se habría dado un paso adelante.
Gilbert reproduce un extenso documento extraído de los archivos del Ministerio de Asuntos Exteriores de la URSS, documento que sintetiza la opinión transmitida a la embajada por los dirigentes del PCA y filtrada por los expertos de dicho ministerio. He aquí algunas perlas de su contenido:
En su caracterización del pronunciamiento del 24 de marzo del 1976, el PCA subrayaba que la Junta Militar, a pesar de las fuertes influencias de la derecha, no tomó el camino de Pinochet, y que muchos fines enunciados por los militares coincidían en cierto modo con los intereses del pueblo. Simultáneamente los comunistas expresaron la esperanza de que el tiempo de los militares en el poder fuera transitorio, que podría llevar a la creación de un gobierno cívico-militar sobre la base de la coalición y el restablecimiento de la democracia.(…)
Alrededor de Videla se nuclearon los "profesionalistas ocultos" de la Armada, encabezados por el almirante Emilio Massera. (…) Los oficiales que seguían a Massera estaban a favor del respeto a la Constitución y la subordinación de los militares al gobierno. Pero en la Armada había muchos oficiales reaccionarios.
El general Roberto Mario Viola no se recató de confesarle al mismo Gilbert:Gran parte del Proceso fue la lucha contra el comunismo. Por supuesto, no se podía pretender una relación estrecha con Moscú. Pero a pesar de esto, las circunstancias mundiales obligaban a tener una relación adecuada. Además, los poderosos intereses económicos que entonces teníamos con Rusia, que se convertía en nuestro principal comprador, llevaban a sostener un tipo de relación. Esta no era óptima, porque no se gozaba de simpatías íntimas, pero no se podía ser más papista que el Papa. (…) Desde el punto de vista propagandístico, el PC era el principal aliado del Proceso, era el motor a la convocatoria cívico-militar; pero eso no tenía nada que ver con el comercio con la URSS. Le aseguro que la convocatoria cívico-militar no fue un arreglo con el PC; estoy convencido de que fue su voluntad –sincera o no, eso lo puede determinar el Partido Comunista–. A muchos dirigentes seguramente no les gustaba un pepino esa posición. El sentido fundamental era para mí que querían mantener intactas sus estructuras para, en un momento oportuno, volver a intervenir.El general Carlos Dalla Tea, secretario general del Ejército, fue otro de los entrevistados por Gilbert que se destacó por su franqueza:Hubo consenso en que al PC había que suspenderlo y no ilegalizarlo, para que la juventud que estuviera insatisfecha se canalizara a través de este partido de izquierda y no fuera a la acción violenta. (…) Se conversaba, y lógicamente había jefes que se preguntaban por qué no se marginaba totalmente al PC. Pero este partido era el más moderado, el más equilibrado de la izquierda; las posiciones más duras estaban contra las organizaciones de izquierda armadas, y no contra las organizaciones políticas de izquierda.
que no vacilaron en celebrar los brindis por el visitante, manteniendose a prudente distancia de sus conocidos cocteles de plutonio.
Mostraron entonces una considerable flexibilidad ideologica, tal como habian hecho con el denostado autor del condenado "indulto" cuando volvio a formar formula con sus patrocinantes en las elecciones.
Mira como se hace "el pianito"
Nadie como el ex jefe de la KGV para saber como hacer declarar a sus sospechosos. Aqui demostro sus habilidades con el "pianito" a una Cristina emocionada.
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Referencias
- Goligorsky, E. (2009) El comunismo amancebado con Videla. Revista La Ilustracion Liberal, Madrid
- Vacs, A.C. (1984) Los socios discretos: el nuevo caracter de las relaciones internacionales entre la Argentina y la Union Sovietica. Sudamericana
- Gilbert, I. (2009) El oro de Moscu: historia secreta de la diplomacia, el comercio y la inteligencia sovietica en la Argentina. Planeta
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