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Thursday, January 13, 2011

Desinflando al "Tea Party" y la política del odio




En su discurso de anoche ante 40,000 estudiantes, ciudadanos y deudos en el estadio de la Universidad de Arizona, Barak Obama comenzó a desmontar el clima de exasperación generado por la retórica intolerante de derechas e izquierdas que depositó casi 70 nuevos congresistas del "Tea Party" en la nueva legislatura.

Obama volvió así a ser el candidato post partidista que había sido elegido en 2008 sobre el lema de "hope and change" (esperanza y cambio). En los últimos dos años, hubo mucho cambio -reforma sanitaria, financiera, gays en el servicio, por citar algunas de las más difíciles- pero cada vez menos esperanzas -en parte por la tremenda crisis económica heredada, en parte porque Obama "tercerizó" la implementación de los cambios dejándolos en manos de la izquierda demócrata dominada por los sindicatos docentes y la vieja doctrina clientelista de la era de Franklin D. Roosevelt que hoy la mayoría de los americanos ve como insostenible-

Tras la resonante derrota de las elecciones legislativas, Obama parece haber retornado a sus fuentes y tendencias centristas , donde -como las emocionadas multitudes de Tucson y los enormes ratings de aprobación post discurso demuestran- parecen estar la mayoría de los americanos.

En un país donde los ciudadanos pueden -y suelen- rápidamente cambiar de idea, fijarse en resultados y castigar a los gobernantes que los decepcionan y donde el 45 % de los votantes se definen como independientes, oscilando entre los dos partidos y según los candidatos, el auge del extremismo partisano del Tea Party es una anomalía antes que una tendencia.

El mismo Obama es un ejemplo de cómo eligen los americanos a sus dirigentes: desconocido para el 70 % de los votantes un año antes de las elecciones de 2008, Obama pudo derrotar a políticos con larga trayectoria y apoyados por los poderes internos de su partido -como los Clinton- e incluso captar votos en estados tradicionalmente republicanos en base a su excepcionalidad, dándole a los Estados Unidos su primer presidente negro.

Pero si su carácter moderado y su retórica post partidista fue una fortaleza para resultar elegido, su falta de apoyos internos en su partido lo obligó a apoyarse en los votos que los sindicatos y la izquierda demócrata controlaban en el Congreso saliente y -más críticamente- seguir sus prioridades orientadas a expandir el estado benefactor antes que a limitarlo. Y eso, en medio de una gran recesión que duplicó el desempleo y los temores económicos mandó los índices de aprobación de Obama y el Congreso por las escaleras, causándole una "paliza" -como él mismo la llamó- electoral.

El Tea Party, por su lado, se encuentra ahora en una encrucijada: puestos en la legislatura, deben ahora proponer un camino alternativo o quedarse en el discurso exaltado e irascible que ayer Obama denunció con amplio apoyo de la mayoría de los americanos.

La masacre de Tucson le pegó como un pesado boomerang a Sarah Palin -una de las figuras que explota la retórica violenta para captar apoyos del Tea Party-, quien durante la campaña legislativa había montado un mapa electoral en donde los candidatos a derrotar aparecían con sus nombres en blancos de tiro con el lema de "refutar y recargar".

En uno de esos blancos estaba precisamente la congresista baleada en Tucson, que varios meses antes había denunciado esa retórica en términos contundentes:

En un país que ha progresado generación tras generación y ahora se enfrenta a unos años de estancamiento, los votantes volverán a elegir a quienes proporcionen una visión positiva y acciones concretas con resultados exitosos.

La retórica de la furia y la polarización como mecanismo para captar votos -que tanto vende en los frustrados y quebrados países del arco bolivariano y el Medio Oriente- no llega muy lejos y genera rechazo en los que -como los Estados Unidos, Europa Occidental e incluso los emergentes del BRIC- tienen esperanza de que los próximos tiempos serán mejores -como explica Dominique Moisi en su libro "Geopolítica de las emociones" (comentado por otro autor en este mismo Blog) donde señala la tendencia de las sociedades o grupos que experimentan fracasos y caídas de su nivel de vida a ser seducidos por retóricas maniqueas y violentas -desde El Manifiesto Comunista tras la crisis del Rhin de 1840 a Mi Lucha en la era de la hiperinflación de 1924 y la Depresión del 30 a los comunicados de Bin Laden en el Medio Oriente quebrado por la caída de los precios petroleros, humillado en las guerras contra Israel, dominado por jeques y teocracias corruptas e invadido por británicos, franceses, soviéticos y americanos-.

Hoy el Tea Party cosecha adherentes entre los blancos desempleados del Sur y Sudoeste americano.

Obama dio un paso importante en la dirección adecuada. Y si la recuperación económica lo acompaña, tal vez sea un presidente de dos términos y pueda ejecutar cambios duraderos.

Por ahora, los miembros del Tea Party han sido formalmente invitados a tomarse un té calmante.


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Referencias

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2 comments:

Antonio Machado said...

Los frenéticos simpletones del Tea Party se han dado de morros con las consecuencias de su propio discurso.
La moderación de Obama y su último, magistral discurso, los ha dejado contra la pared: sin los gritos y los llamados a la violencia, se quedan mudos.
No hay nada mejor que dejar hablar al energúmeno para que se autodestruya.

Camus said...

Los moderados que votaron por Obama en 2008 se deben sentir más reflejados por este de Tucson que por el que dejó hacer a los extremistas de Pelosi una reforma sanitaria inoportuna en medio de una crisis económica y desempleo.
Curiosamente, los extremos -la derecha del Tea Party con Palin, Glenn Beck y Limbaugh y la izquierda de los sindicatos docentes y estatales con Pelosi, Reid y lso calienta cabezas de MSBC- dominan la radio y televisión con mayor rating. aunque a la hora de votar, la gente opta por los moderados.